domingo, 15 de noviembre de 2009

Las 28 palabras (y una de yapa 2)



El avión que quería unas vacaciones.

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EL avión aterrizó en la Bristol haciendo volar sombrillas, arena y carpas de la playa mas popular de La feliz. Los veraneantes quedaron atónitos y pasmados ante el resplandor del boeing que venía volando desde Washington. Por un tremendo dolor de espaldas el piloto había cambiado el rumbo. Ya en la fuerza aérea, le habían recomendado hacer pilates por este problemita, pero el no quiso asistir a ninguna clase, se creía con suficiente valentía para soportar el dolor y cualquier adversidad.

A pesar de que no era una llanura ni tenía gran extensión, la arena de la playa lo había ayudado a realizar muy bien la maniobra. El aterrizaje había sido un éxito tras la turbulencia que habían transitado y ahora los pasajeros aplaudían fervorosos.

Don Ñaupa, que veraneaba con su hijo Zoilo y su mujer Luz, y que por primera conocían la playa, no podían creer lo que sus ojos veían. Para ellos era como estar dentro de una serie de ciencia ficción, tipo X- file, pero en la vida real. Acostumbrados a cuerear vacas, y comer guiso de fideos con osobuco, nunca habían imaginado que tal cosa pudiera suceder.

Entonces la puerta se abrió y comenzaron a descender los pasajeros muy confundidos. Algunas mujeres llevaban zapatos de taco alto que se incrustaban en la arena y se sentían ridículas ante las groserías de algunos veraneantes cachondos. Un alemán bajó con una sandia bajo el brazo, un par de chinos comiendo su porción de arroz yamaní con palitos y un judío con quipa pero sin sus dientes postizos.

Era como un Lost pero mas trucho, una unión de personajes muy estrafalarios se dio de repente en la playa frente casino y con los lobos marinos como testigos. Los medios de comunicación no tardaron en llegar, algún programa de tv de chusmerío veraniego había tenido la primicia mientras filmaban colas en tanga y enseguida se corrió la voz.

El carrito de chorizos se instaló en un santiamén y el vendedor de cacahuates se enojó mucho al ver la maratón de gente que se arrojó sobre el mismo.

Los pasajeros seguían bajando y como podían se acomodaban en los pequeños espacios que quedaban entre las sombrillas, las reposeras y las heladeritas portátiles. Los periodistas empujaban impunemente para conseguir una nota. Valía todo, algunos, incluso, hasta ofrecían huevos de chocolate kinder sorpresa por la entrevista.

Entonces bajó el piloto, el responsable de todo con su espalda aún dolorida y los pasajeros comenzaron a lincharlo, los veraneantes se sumaron, el vendedor de cacahuates también mientras don Ñaupa aplaudía emocionado. Enseguida lo subieron en andas como a un rockstar y lo fueron pasando de mano en mano sobres su cabezas por toda la multitud. Finalmente lo arrojaron al mar. El agua salada y el trigo burgol que había consumido, le hicieron efecto analgésico y su dolor desapareció, pero a la playa ya no podía volver o sería hombre muerto.

Así que se fue haciendo la plancha hasta el espigón donde logró salir ileso aunque cubierto de algas podridas y algún que otro alzuelo clavado.

Definitivamente debería dejar la aviación y Mardel parecía ser un buen lugar para empezar una nueva vida.

Julia Larotonda

1 comentario:

  1. Bien Julia, es el relato más bizarro que haya leído en mi vida, a excepción tal vez de algún cuento de Lovecraft.

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